Con el desarrollo de las Tecnologías de la información y la Comunicación son muchas las dinámicas sociales que han cambiado; el comercio, la prestación de servicios y las lógicas del empleo entre otras, son hoy parte de una nueva manera de concebir las cosas que parece no tener freno.
Hablar actualmente del prosumer es quedarse corto, ya que además de producir y consumir contenidos de forma permanente, los nuevos ciudadanos se han conectado entre si para satisfacer de maneras novedosas sus necesidades y generar nuevas oportunidades de negocio.
A este encuentro entre oferta y demanda, que se da generalmente a través de plataformas digitales se le conoce como Economía Colaborativa; donde actualmente las personas interactúan con el fin de satisfacer sus necesidades a partir de los medios con los que disponen.
La modificación del mercado que conlleva la Economía Colaborativa tiene un gran número de implicaciones que van más allá del cambio de mentalidad; tanto los productores y prestadores de servicios tradicionales, como los consumidores y los entes reguladores están enfrentando retos nunca antes vistos, lo cual genera desconcierto e incertidumbre.
Debido a esto, y sin importar cual de estos roles se cumpla dentro del mercado, es importante conocer y entender las dinámicas básicas de este fenómeno, para de esta manera poder enfrentarlo y adaptarse así a los nuevos tiempos.
Economía Colaborativa en cifras
Dos de los modelos más conocidos dentro de esta nueva lógica son Uber y Airbnb; plataformas en las que cualquier individuo con un automóvil o una residencia, puede poner a disposición del público servicios relacionados con el transporte de pasajeros y hospedaje respectivamente.
No obstante, existen en la actualidad otra gran cantidad de ejemplos de esta dinámica: financiación, alimentación, intercambio de productos, educación y logística, industrias en las que la Economía Colaborativa ha irrumpido éxitosamente.
Según datos publicados por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia de España, entre el año 2000 y el 2015 la Economía Colaborativa logró una inversión a nivel mundial de 25.972 millones de dólares, cifra cercana a la que China, una de las principales economías del mundo, estima percibir por concepto de inversión extranjera directa anual dirigida a la infraestructura de telecomunicaciones.
Pese a lo importante de estos montos, más cuando se tiene en cuenta que la mayor parte de la inversión se dio durante el 2014 (8.489 millones de dólares) y 2015 (12.890 millones de dólares entre enero y septiembre), los volúmenes que se auguran son aún más impactantes.
De acuerdo a previsiones recientes, para el 2025 se estima que en todo el mundo la Economía Colaborativa genere ingresos cercanos a 335.000 millones de dólares, y que en contextos como el del Reino Unido, según PwC, hasta el 64% de las personas adultas participará de alguna forma en esta nueva manera de hacer negocios.
El fenómeno en Colombia
Si bien en nuestro país las cifras aún no alcanzan las dimensiones de contextos como el europeo, el impacto de la Economía Colaborativa en la sociedad colombiana es innegable, principalmente gracias al más notorio de sus actores: Uber.
Desde su entrada a Colombia, la plataforma de transporte, que ya ha sido prohibida en países como Alemania, ha crecido de manera sostenida, logrando en la actualidad operar en 12 ciudades entre las que se encuentran Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Cartagena y Bucaramanga.
Uber se ha convertido en un fenómeno que logró movilizar tanto a quienes hacen parte del sector del transporte público tradicional (taxis), como al gobierno, usuarios y prestadores del servicio; se han generado marchas, proyectos de ley y grupos en redes sociales en donde se adoptan diferentes posturas frente a la plataforma representante de la Economía Colaborativa.
El Centro Nacional de Consultoría publicó recientemente datos que contextualizan mejor el impacto de Uber en Colombia y de quienes son los prestadores de este servicio:
· En nuestro país el 55% de los conductores de UberX (variable del servicio llevado a cabo en un carro particular de placas amarillas) lo hace como una fuente secundaria de empleo.
· 83% de estas personas tiene 3 o más dependientes.
· 16% se encuentra en búsqueda activa de trabajo en su profesión; 58% tiene título universitario.
· 42% de quienes conducen son emprendedores iniciando su propia empresa.
Las discusiones, al igual que en la mayoría de casos dentro de esta dinámica giran en torno a la ilegalidad de este tipo de prácticas como la competencia desleal que puede representar y el fomento de la informalidad, temas y argumentos todos válidos y que ya han sido discutidos en otras latitudes.
El problema no es acabar con estas prácticas, sino generar normas que las regulen sin desvirtuar su esencia; una tarea mayúscula, más cuando se ha creado una alta tensión entre los diferentes actores de este nuevo escenario. (Lea: ¿Tendrá a cargo el Mintransporte la habilitación o “registro” de Facebook?: una crítica al proyecto de ley “UBER” y al decreto que reglamentó los taxis de lujo).
La Economía Colaborativa no ha estado exenta de detractores que poseen argumentos válidos dentro de su discurso, sin embargo, es una realidad innegable que crece cada día y da mayores oportunidades de negocio a las distintas industrias. Esta innovación y desarrollo disruptivo que plantean las nuevas plataformas no siempre recibirá un amplia aceptación social pero lo mejor será adaptase; y ahí está el reto.
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Por: Luis Daniel Vargas M.,
@vamoluda